jueves, 18 de diciembre de 2008

DIARIO DE UN TRIPULANTE

Texto transcrito por scanner del libro escrito por Luis Malvar Vazquez























Prólogo
En este prólogo sólo quiero que el sufrido lector de este diario, relato, libro de navegación o como quiera llamarse, sepa que el "escritor" no es tal escritor. Es la primera vez que escribe y no está seguro de que su vergüenza le permita este proyecto.

El motivo por el cual me he decidido a escribir, es que por fin voy a vivir una de las experiencias que más he anhelado en esta vida: me voy a embarcar en una travesía en velero. Una travesía de verdad, no el paseo, siempre agradable, por las rías gallegas buscando un puerto para pasar una divertida noche o un buen sitio para disfrutar de la rica gastronomía de la zona, si no, una navegación larga, con noches de guardia, comida a bordo y dormir con el barco en movimiento y escorado, por no hablar de la convivencia con los demás tripulantes. Seremos seis, cinco y el patrón-armador Fernando Lorente, con su maravilloso barco RALIP.V

Todo lo que aquí escribiré será en base a unos apuntes tomados en un pequeño cuaderno al que durante toda la travesía le dedicaba parte del tiempo para apuntar anécdotas, ruta, tiempo y comentarios que consideré oportunos de redactar.

LUIS MALVAR VÁZQUEZ













30 de marzo : Bienvenidos al RALIP

Se acerca el día de zarpar. Después de varios meses esperando el ansiado momento, ya me encuentro apuntando en el cuaderno en el que hice todos mis apuntes, todas las cosas que necesito o creo necesitar para la travesía.

La noche antes de zarpar no dormí nada bien, como me tenía imaginado. Me desperté tres horas antes de lo necesario. Más adelante echaré de menos esas horas perdidas. Ya me entenderéis.

Preparé concienzudamente el macuto ayudado por mi madre y mi sobrino Jorge. Tras una copiosa comida descansé un rato y me recogió en casa, uno de los tripulantes, Tucho, gran aficionado a la mar y a la vela, como creo que todos los demás.

Nos acercó al puerto de Sanxenxo Ricardo, el hermano del patrón-armador Fernando Lorente. El día era realmente malo, mucha lluvia, viento y poca visibilidad. Llegamos al puerto a las 17,35 del 30 de marzo de 2007. Una vez allí nos pusimos el traje de agua, distribuimos los macutos por el barco y esperamos a que lleguen las dos tripulantes que faltaban. Ya se encontraban en el barco Fernando y Rafa, solo quedaban por llegar las dos mujeres de la tripulación, Conchi, que llegaría en unos minutos y Chelo, que tocaría puerto un poco después.

Zarpamos a las 18:48 horas, 12 minutos antes de lo previsto. Ricardo nos hizo las fotos de la salida.

Las últimas dos semanas habíamos estado navegando con un tiempo estupendo y nos parecía injusto no poder tener una climatología un poco más agradecida para la partida. Teníamos un viento de unos 26 nudos y algo de ola. Salimos de la ría de Pontevedra, ayudados del motor mientras nos organizábamos.

Después de un sorteo con piezas de dominó, distribuimos las guardias. Yo empezaba la primera de las veintidós a la una. Las guardias estaban organizadas para que estuvieran siempre dos en bañera, un patrón y un tripulante. Cené un pequeño bocadillo, que no duró mucho en el estómago, ya que a las 0:48 horas del ya 31 de marzo, el mismo se fue directo al recipiente más requerido, un cubo color azul cielo por el que pasaron parte de los estómagos de toda la tripulación, unos antes, otros más tarde, pero como nos había advertido Fernando, ese malestar pasaría y daríamos un respiro al afamado cubo y así sucedió.

Durante mi guardia, el viento se mantenía y nos era favorable. Navegamos a buen ritmo. Después de la mencionada 'operación cubo', me metí en el camarote de popa-estribor para intentar dormir. Sobre las cuatro de la madrugada, escucho un ruido de botavara golpeando. Fernando se levanta y escucho que el viento había descendido hasta quedarnos casi parados. Comenta que tendremos que encender el motor y que antes de encenderlo, confirmemos que no hay cabos por la borda que se pudieran liar en la hélice.

Cuando Tucho se ponía a encender el motor, el viento empezó a aumentar, hasta que escuchamos "¡subid, 45 nudo!". Habíamos pasado de calma a 45 nudos de viento ¡¡¡ en 2 minutos!!!.

Fernando estaba vestido y subió rápidamente a intentar poner los rizos a la mayor, lo que no logró ya que estaba liado un cabo. Al final arriamos la vela y navegamos sólo con el foque, recibiendo el viento por la aleta.

El tiempo bendice nuestro buen ritmo.

A las siete subí a sustituir a Tucho y Fernando lo hizo a los cinco minutos. La noche estaba preciosa y por babor se empezaba a intuir el amanecer. Las olas eran de tres a cuatro metros y el viento entre 30 y 40 nudos. Navegando sólo con el foque, llevábamos un buen ritmo, de unos seis a siete nudos de velocidad.

El día amaneció precioso y no solté la rueda hasta las 10:30. Amanecíamos la mañana tomando unos riquísimos dátiles. Después de la guardia intenté echar una cabezada en el camarote de popa-babor sobre las 11 horas. No logré dormir, pero estar tumbado y cerrar los ojos ayuda a descansar, cosa que no hacen los pantocazos y las repentinas escoradas por olas que cruzan el barco.

A las 14,30 salgo a bañera. Fernando esta a la rueda y luego entrará Tucho.

Ahora son las 15:39 del 31 de marzo. Ya hemos recorrido 125 millas desde la salida de Sanxenxo. Llevamos un ritmo muy bueno. La gente empieza a estar cansada y creo que, si el tiempo lo permite, esta noche empezaremos a dormir de verdad.

La alimentación con estas olas y este viento se basa en algún sándwich, algo de fruta, barritas energéticas y chocolate. De bebida solemos tomar agua y coca-cola, bebida estrella de la travesía (de momento...)

Después de navegar 24 horas, recorrimos 148 millas y nuestra posición era :

39º 28,716' N y 9º 39,639' W

Estamos muy contentos y satisfechos con el ritmo de navegación y el comportamiento del barco con esta climatología. Calculamos una velocidad media de 6,16 nudos, una cifra más que respetable.

A estas alturas el mar sigue creciendo y el viento se mantiene, aunque de vez en cuando aparecen rachas duras. Esta tarde vi. en el anemómetro una punta de 48 nudos de viento, siendo este viento aparente y recibiéndolo por aleta, casi popa, lo que significa que teníamos un viento real de unos 55 nudos.

Viendo que la noche iba a ser dura, decidimos reducir la guardia de los tres patrones. En lugar de tres horas, haremos guardias de una hora, algo que el cuerpo agradecerá.

A las 19:30 horas enrollamos un poco el foque y vamos sólo con una vela de capa. Tenemos olas de cuatro metros y el mar está precioso pero impone mucho. Los de bañera estamos amarrados con el chaleco-arnés que tenemos cada uno. Al hacer los cambios de guardia a la rueda, el que se incorpora entra por babor a la rueda y la pasa a su mosquetón al que deja la guardia. Este sale y se sienta por estribor, se desamarra y amarra a su sustituto.

1 de abril : Noche complicada en Portugal

Estamos a unas 50 millas de las islas Berlangas, casi enfrente de Lisboa. Calculamos llegar sobre las cuatro del 1 de abril. Ahora son las 20:11 horas. Dejé mi guardia a las 20 horas, está Tucho a la rueda, hasta las 21 y yo me incorporaré a las 22 horas. Voy a intentar descansar un rato.

La noche fue muy movida. Las guardias de una hora fueron una idea muy buena, ya que la rueda con este fuerte viento y estas olas, exige una concentración y una fuerza considerable.
Las olas empezaban a ser rompientes y algunas eran de unos seis metros. En cinco ocasiones entraron en la bañera. Esto se podía vivir de dos formas o bien dentro del barco o bien en la misma bañera. En el primer caso parecía que el barco se sumergía y el ruido del agua sobre la cubierta era superior al silbido del viento. En el caso de estar en la bañera te veías inundado, pero la evacuación del agua se hacía muy rápidamente, lo que tranquilizaba bastante.
La luna estaba casi llena y acompañaba la noche ayudando a ver las olas. En uno de mis descansos me quedé dormido y en lugar de levantarme a las cuatro, lo hice media hora mas tarde ( y por que me despertaron ). Fue el descanso en el que realmente dormí y lo hice en el suelo, entre la mesa del salón y el sofá de babor. A partir de ese momento las guardias las haríamos de una hora y media. Rafa aprovechó para preparar un delicioso cola-cao con bollos que nos sentó a todos estupendamente.
A las 7:45 del 1 de abril desenrollamos el foque por completo. Estamos muy contentos del comportamiento de la nueva vela diseñada y fabricada por Javier de La Gandara, durante las casi 30 horas que duró el intenso viento. Estas velas suelen perder eficacia al navegar a medio enrollar, pero ésta, trabajó francamente bien.
El viento se estabilizó en unos 25 nudos. Como es de costumbre los delfines acompañaron las guardias. Suelen venir de cinco en cinco, pasando de un costado a otro del barco y jugueteando con la proa. Son realmente divertidos y parece imposible que pasando tan cerca del casco nunca choquen contra él.
A las 10:42 estábamos a seis millas de la ‘punta de la nariz’ de Portugal, momento que aprovechamos para llamar a casa y a mi hermano José, ya que antes no pude hacerlo por no tener cobertura ya que navegábamos muy lejos de costa, a mas de 18 millas, para evitar los pesqueros portugueses y sus numerosas y grandiosas redes, algunas de superficie. Esta mañana el sol está empezando a pegar, con lo que la crema protectora se distribuye por todo el personal de la bañera, en este caso Conchi, Fernando y yo.
A las 11:40 decidimos ver qué fue lo que sucedió con la maniobra del segundo rizo. Izamos la mayor. Estando Fernando en el proa, el foque le dio un golpe en la nariz, haciéndole un pequeño corte, pero nada grave según el afectado, que siguió maniobrando.


Ahora navegamos con el segundo rizo y todo el foque, el viento de 23 nudos y a unos 5,5 nudos. Viendo que el tiempo se estabilizaba, consideramos oportuno por unanimidad preparar el primer aperitivo a las 12:30. Este delicioso pincho constó de mejillones, zamburiñas, patatas fritas y unos saladitos, todo esto regado con unas, olvidadas hasta el momento, ricas cervezas gallegas y amenizados con unos siempre agradables fados (música popular portuguesa), buscados expresamente para la ocasión. Si todo esto combinado en tierra es un apetecible aperitivo, en alta mar y después de dos duras noches, el placer se multiplica
Después del aperitivo desplegamos la mayor hasta el primer rizo. Justo después de esta maniobra me retiro a mis aposentos a ver si duermo un rato para recuperar fuerzas. Tras descansar un rato, subo a bañera y decidimos hacer la primera comida caliente desde que zarpamos, Chelo se pone en faena y nos prepara unos espaguetis con tomate y bonito. Para esta ocasión tan especial, el sommelier del barco, Tucho, nos deleita con un rico Azpilicueta del 99. La comida presto mucho y tras ella todos descansamos en la bañera con los delfines a escasos centímetros del casco.


Son las 18:04 del 1 de abril. Tenemos un rumbo en compás de 189º y nos encontramos a 80 millas del cabo San Vicente. A las 18:48 tomamos datos de situación, latitud y longitud. Hemos navegado 286 millas en 48 horas, lo que quiere decir que en las últimas 24 horas hemos recorrido 10 millas menos que en las primeras 24 horas. Así nuestra posición a las 48 horas es :

N 38º 09,031’
W 09º 30,791’

Esto quiere decir que en 48 horas navegamos a una media de 5,95 nudos, todo teniendo en cuenta el carácter de la navegación, un crucero tranquilo y sin forzar al barco ni a la tripulación.


2 de abril : Amanecer en cabo San Vicente
Seguimos todos en bañera. Tucho comenta que se acerca una racha de viento, por lo que nos quedamos pendientes a ver que pasa. Por suerte, la racha pasó de largo. Viendo la climatología, Tucho nos deleita con una sesión de música. Empieza nada más y nada menos que con una mexicanaza, para acto seguido animar al Pontevedra C.F. desde la mitad del mar con su himno. Después de esta entrada, al menos curiosa, nos ponemos serios con los Rolling, que junto a una cerveza, estrella de Galicia y todo el mar por delante formaban una gran combinación.
Empezamos las guardias con Tucho a las 22 horas. Yo me quedo acompañándole. Vemos que se acerca una borrasca, lo que se confirma con la llegada de viento y lluvia, decidimos poner el segundo rizo a la mayor, aproándonos un poco para favorecer la maniobra, pero las poleas de los rizos no bajan. Vimos que el problema estaba en el lazy y Fernando salió a cortar el cabo del mismo, pero observamos sorprendidos que la maniobra seguía sin salir, con lo que decidimos arriarla. Me ato con mi arnés y me voy al palo para hacer la maniobra de atar la vela para que no flameara.
Me voy a la cama e intento dormir, cosa que creo que consigo por un rato y a la una ya del día 2 de abril, me incorporo a mi guardia casi sin viento. Chelo y yo decidimos encender el motor a las 02:20 horas, enrollamos el génova, no con menos problemas que los rizos de la mayor. Parece que el enrollador tiene vida propia.
Al terminar mi guardia permanecí con Fernando y Rafa, hasta avistar el faro del cabo de San Vicente. Lo vemos a las 5 AM, cuando faltaban 28 millas para el cabo. Avise que me despertasen al llegar. A las 9 de la mañana pasamos el famoso cabo, que para un novato como yo es un paso emocionante, menos mal que no tenía ningún aro a mano… el paso fue acompañado por un delicioso desayuno preparado por Rafa. A las 9:50 viramos 14 grados a babor hacia Punta Sagres. Me puse un rato al teléfono para hacer unas llamadas de trabajo ( que bien se estaba sin cobertura).
Sacamos el código cero. La maniobra fue muy bien, realizamos unas trasluchadas y la verdad es que la maniobra era cómoda y el barco navegaba muy bien. A las 12:25 enrollamos el código cero y desenrollamos el génova. Fernando demostró nuevamente su veteranía en la mar y encontró el fallo de la maniobra del génova: tenía la driza cruzada y muy tensa por lo que no enrollaba bien, pasando el enrollador de tener vida propia a la vida que nosotros necesitamos. Así que empezamos con un aperitivo de cervezas mientras disfrutábamos del sol y que nos permitía, ya en estas latitudes, soltar algo de ropa.
Mientras en bañera maniobrábamos para fijar rumbo a Vila Moura (Portugal), en la cocina Chelo y Conchi estaban gestando una suculenta ensalada que sería acompañada con un buen Azpilicueta del 99. Con lo que no contaba yo era con el postre ¡¡ unas fresas con nata !!. Teniendo en cuenta la situación aquello era un lujo asiático. Viendo el éxito tuvimos que descorchar otra botella, mientras la música corría por cuenta de Tucho, rebautizado en esta travesía como ‘Espartaco Santino’ mote ganado a pulso por su barba robinsoniana unido a unas gafas marbellíes. Consideramos que era un buen momento para tomar la primera copa, de un flamante etiqueta negra, muy poco recomendado para mantener bien el rumbo. A falta de 18 millas para Vila Moura, algunos duermen por efecto del etiqueta negra (ya muy menguado), otros leen y yo disfruto de una preciosa navegación.
Entramos en puerto a las 18:58 del 2 de abril. Entregamos la documentación en capitanía, nos pegamos una buena ración de baño, que después de tres días en barco se agradece mucho. Nos preparamos para ir a cenar, como no podía ser de otra manera, el Bacalao fue el plato principal de la misma, un vinito, unos cafés y las copas fueron servidas en el barco. Llegamos a la conclusión de que durante esa noche, las acciones del Beefeeter alcanzaron máximos históricos…. La noche se prolongó hasta las tres del 3 de abril. Los últimos en abandonar la cubierta fuimos Tucho y un servidor.
3 de abril : Las excelencias de la cocina
Amanecemos a la 09:15 y nos vamos para las duchas con un chubasco interesante. Desayunamos copiosamente en el barco, soltamos amarras y nos vamos a hacer gasoil y a comprar el sable que habíamos perdido Tucho y yo en una de nuestras guardias. Calculamos el consumo de gasoil y nos salen unos asombrosos tres litros por hora. Finalmente zarpamos de Vila Moura a las 11:40, con rumbo 125º destino Gibraltar.
Poco después de zarpar me dormí un rato porque tenía toda la ginebra del día anterior. Mientras dormía, en cocina estaban cocinando unos macarrones con ternera a la jardinera. Navegamos a unos seis nudos a motor casi sin viento
Después de disfrutar de la comida (muy sabrosa), izamos la mayor y desenrollamos el génova. El viento se levantó un poco alcanzando los 16, 17 nudos.
Sobre las 18:15 preparamos una estupenda merienda de embutido, pan y vino. No hay nada mejor que disfrutar de la comida en el mar, donde parece que los sabores se multiplican.
Durante la travesía realizamos multitud de fotos y vídeos. Fue una pena que durante el temporal no nos dedicásemos a estos menesteres, pero hay que decir que por mi parte, lo último que pensaba en aquellos momentos era en la cámara.
A las 19:05 horas me pongo a la rueda, dejando que el automático (siempre un tripulante impecable) descanse un rato. Después me echo un rato y me preparo para mi guardia de 22 a 01 horas. Terminada mi guardia, el sueño no hacía acto de presencia y las ganas de abandonar la bañera menos. Rafa esta de guardía conmigo y tampoco tiene ganas de descansar. Le comento a Fernando que no hace falta que suba, que aún estaba fresco.
Pasado un rato Chelo, que entra de guardia después de Rafa, nos sacó un tentempie que nos senó muy bien. Fernando se incorporo a las 02:00 horas. Todos éramos conscientes que esta sería la última navegación nocturna, algo que nos apenaba a todos. A modo de despedida y siendo conscientes de que no era lo mas adecuado, Fernando y servidor decidimos tomar una copa y brindar por la última noche de navegación. Fernando con la bebida oficial del barco, la mítica pomada (Gin-Kas de limón) y yo, que me dediqué a dar buena cuenta del etiqueta negra.
Bajo a tomar posición y escribir unas líneas en mi diario. Son las 03:10 horas del 4 de abril. Calculamos llegar al Estrecho hacia mediodía. Yo regreso a bañera a disfrutar de la noche. Por cierto, hace un rato asomaron unas aletas de delfines por estribor y la pasada tarde avistamos un cachalote a lo lejos.
Mientras gozábamos el momento, Fernando me comentó sus inicios en este tipo de travesías con su muy querido amigo Rafael La Torre. Casualmente empezó estas travesías con 30 años, contando Rafael con bastante experiencia. Le comenté a Fernando la similitud de la situación, siendo él el experto navegante y yo el pipiolo navegante de 30 años.
Antes de acostarme, a las cinco, relleno algo el estómago para dormir placidamente. Al cabo de dos horas, me levanto para ver el amanecer.
Con una trasluchada nos separamos de la costa unas millas para evitar unos bajos situados cerca del cabo Trafalgar. Rafa sigue durmiendo en bañera, no bajo a dormir en toda la noche y parece que no quiere acostarse.
Estrecho de Gibraltar = corrientes + averia
Son las 10:33 del 4 de abril. El tiempo refresca un poco pero parece que permanecera despejado. Bueno, no todo va a ser fiesta. Un cuarto de hora mas tarde detectamos que la velocidad de corredera no coincide ni por asomo con la del GPS. La corredera nos marcaba cinco nudos y el GPS la mitad. Estábamos entrando en las famosas corrientes del Estrecho.
Decidimos trasluchar navegando hacia fuera de la costa donde las corrientes son menores, nos faltaban 60 millas para llegar a Estepona, a las 11:15 horas decidimos arrancar el motor y enrollar el génova.
Al enrollar sentimos un golpe de la jarcia y rafa que estaba agarrado al back-stay grito de que se había destensado. Fernando constató que el stay estaba roto. Eran las 11:45. Inmediatamente aproamos el barco para arriar la mayor, con la driza del código cero, improvisamos un pequeño stay amarándolo a proa y tensándolo bien, con el amantillo del tangón reforzamos el baby-stay, que fu el que aguanto el golpe de rotura. Con estas maniobras conseguimos que el back-stay esté algo mas tenso.
Vamos a motor rumbo a puerto para proceder a su reparación. Tendremos que arriar el foque para comprobar la rotura del stay y cambiarlo para poder seguir la travesía.
Subí a bañera para comprobar como estaban los ánimos. Mis sospechas se confirmaron, estaban intactos. Entonces decidimos cambiar de ruta. Inicialmente íbamos a Málaga, pero Fernando telefoneo a un amigo para cambiar el stay por lo que recalaremos en Sotogrande. La obligatoriedad de plegar velas nos deja a todos un poco descafeinados.
Después de otras llamadas Fernando queda para hacer la reparación en Estepona, pero como nos coincide con Semana Santa, en principio hasta el lunes o el martes no se lo hacen, con lo que decidimos hacer escala en Gibraltar. Durante la travesía hacia el Peñón, nos metimos un atracón de fabada y vino. Después de esa copiosa comida y navegando a motor, la siesta se convirtió en algo obligatorio.
Llegamos a Gibraltar con un viento fortísimo. Era increible ver el espectáculo dantesco de todos viejos petroleros, haciendo de gasolineras flotantes ocupando toda la bahía de Algeciras.
Entramos en el puerto del Peñón sobre las 17:30 con una rasca importante. Una vez atracados fuimos a capitanía a entregar la documentación y los DNI, con el papeleo hecho fuimos todos a por una muda para ir a la ducha, pero llegaron dos marineros del puerto y nos dijeron que había problemas con la documentación. Dos DNI estaban caducados. Ahora sería el momento de pensar un segundo y apostar por dos tripulantes que se navegan regateando media España entrando en puertos………….. Siiiiiii, Rafa (2 años caducado y 10 el de conducir) y Tucho (‘solo’ seis meses). ¡¡¡ FUERA !!!
Resumiendo nuestra estancia en el Peñón, nos echaron nada más entrar.
Salimos no del puerto un poco cabreados y nos dirigimos a un pequeño puerto próximo, un puerto ESPAÑOL. De camino allí vimos una regata de láser con puntas de viento de 49 nudos.
Conseguimos con ayuda de la gente del puerto, atracar en un pequeño pantalán del puerto MARINA LINENSE. Una vez bien amarrados nos dijeron que teníamos que irnos, pero hablamos con ellos y les explicamos la situación y al final nos dejaron quedar, hicimos amigos y todo fueron facilidades y recomendaciones, sobre todo para cenar.
Después de un a buena ducha y de un largo paseo (forzoso, por la distancia al restaurante), cenamos unos pescaditos y mucha sangría. El sitio era muy agradable. De postre negociamos con ellos unas botellas de alcohol duro para el barco. Chelo, Conchi y Rafa, se fueron a tomar una copa a un pub de la zona, mientras Tucho, Fernando y yo, nos fuimos a lo mismo en el barco. Tucho nos deleitó con su ‘sonoro’ sueño a partir de las 23:32, mientras Fernando estaba con el cuaderno de bitácora y yo dándole duro al mío.
Poco después vemos aparecer a Rafa, sin las chicas que al parecer se habían quedado viendo la procesión. Rafa se fue rápidamente a la ‘piragua’ a dormir. Pasado un buen rato, llegaron las chicas y nos acompañaron a tomar otra copa. La noche se prolongó hasta las 03:15 horas del 5 de abril.
5 de abril : Chapuzón en la frontera océano-mar.
Al pasar siete horas me desperté con una agradable sensación de energías renovadas a pesar de la escasa resaca. Desayunamos los chicos en una cafetería y las chicas en el barco, algo fruto de la casualidad y que me gustaría que no fuera mal interpretado por ningún lector/a. La gente de la zona es muy agradable y nos preguntaron por nuestra procedencia y destino, estado del barco y todo tipo de cuestiones.
Zarpamos rumbo a Estepona a las 11:58. Tengo un objetivo claro para esta etapa: disfrutar de un baño en el estrecho, una pierna en el Atlántico y otra en el Mediterráneo. Esto sucede la las 13 horas, con una temperatura del agua de 17,7º y una gran expectación, no tanto por el baño, sino porque se había acordado que después del chapuzón se abriría el baril de Heineken en el aperitivo, cosa que no tardó en suceder por que somos gente de palabra……
He de decir que el baño se realizó (como no podia ser de otra manera) con la camiseta del RALIP. Considero que fue un bautizo del Mediterraneo más que aceptable. La verdad es que este aperitivo y el saber que era la última travesía, hicieron que el paso del Estrecho fuese realmente interesante.
La ruta a Estepona es corta e intentamos disfrutar de cada milla. A ocho millas para llegar a puerto calculamos atracar sobre las 16:30. Parece que salimos ayer de Sanxenxo y ya estamos rematando toda la singladura. Me voy a bañera que ya queda poco por disfrutar.
Llegamos a destino.
Ya estamos en Estepona. De despedida embarrancamos en la entrada del puerto. Es increíble, entramos entre balizas y embarrancamos. La tripulación nos pusimos en proa, menos Fernando que estaba en la rueda, dando máquina atrás. Salimos sin problemas.
Amarramos en el muelle de espera. Después de una ducha y de descansar un rato, nos fuimos a cenar con Tino y Lola, que casualmente estaban pasando unas vacaciones cerca de allí. Y tocó el momento religioso de la travesía (a demás de los rezos en el temporal): fue la procesión de Semana Santa que vimos de camino al restaurante.
Después de la cena, decidimos palpar el ambiente del puerto, esto básicamente, es salir a tomar unas copas, viendo el ambiente guiri (por cierto, creo que lo que les gusta de España es el whisky escocés, el vodka ruso, la cerveza alemana…..) de la noche, por lo que decidimos rematar la noche en el RALIP, noche que se prolongo hasta las 5 de la madrugada del 6 de abril.
Una vez despiertos y después de unos paseos por el puerto, apareció Antonio, el hombre con el que Fernando había quedado por el tema del stay, subió al palo con pasmosa facilidad, momento en el cual miré de reojo mi barriga, imaginándome mi subida a ese palo, de vuelta a la realidad le ayudamos con la vela de proa y comprobó que la rotura inicial era anterior, muchos de los filamentos del cable estaban rotos.
Pasamos ese día paseando por el puerto organizando el regreso a la realidad, disfrutando de una comida en el barco y de una cena en un restaurante del puerto muy agradable.
El día de la disolución (esperemos que temporal) de la tripulación, amaneció co Raa en la bañera del RALIP a las 06:50 del 7 de abril, intentando convencer a la gente que viajo en coche para Galicia (Rafa, Tucho, Chelo y Conchi) de que se levantaran ya e ir a buscar el coche de alquiler, fue una mañana de nervios por la despedida y tristeza por la separación. Nos despedimos de la tripulación y se marcharon en taxi para recoger el coche.
Yo me marchaba en autobús esa tarde hacia Conil (Cádiz), para terminar mis vacaciones con unos amigos que me llevarían al día siguiente para Madrid.
Pasamos el día por el puerto, estuvimos intentando arreglar una fuga de agua en el depósito de agua caliente, después unas cervezas para rematar con una fabulosa comida en el pueblo.
Regresamos al barco, organicé mi macuto y Fernando me acompaño a la estación de autobuses, donde nos despedimos y tome dirección (ya no rumbo) hacia Conil.
Conclusión y agradecimientos.
He de decir, que este viaje me lo plantee como quien compra un tiket para una montaña rusa, sabía que el viernes 30 de marzo subía al vagón y que no podía bajar hasta terminar

el recorrido, eso si, dicen que hay gente que después de probar una montaña rusa no vuelve a subir y otros en cambio, intentan regresar siempre que pueden, claramente me sucedió lo segundo.
Tanto es así, que a mediados del mes de junio acompañé a Fernando a cruzar el barco de Barcelona a Menorca, en una preciosa travesía y mañana día 13 de Septiembre, volaré a Menorca con mis amigos, Manolo y Carolina para disfrutar unos dias de navegación y buena compañía (Fernando) recorriendo la isla.
Si con este “diario”, he conseguido transmitir algunas de las sensaciones que se viven al realizar una travesía, me doy por más que satisfecho.
He de decir el alto grado de compañerismo y camaradería que se ha conseguido tener a lo largo de toda la travesía, gracias a la excelente y bien compenetrada tripulación que formábamos.














No podía terminar esta narración, sin expresar mi profundo agradecimiento hacia Fernando, por contar conmigo en esta singladura y espero que en las próximas y por todo lo que me ha enseñado y me enseñará en este gratificante pero no siempre fácil mundo de la vela y el mar.

Luis Malvar Vázquez
12 de septiembre del 2007

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