sábado, 26 de junio de 2010

Otro asalto a su diario " con su aprobaciòn"

EL RESPECTO AL MAR
Hasta hace unos días, toda mi experiencia náutica había sido muy plácida.
Había navegado con mal tiempo, en una Ruta de la Sal, pero entonces, ni tenía idea de nada, ni me ocupaba yo de la navegación. Así que me limitaba a ver las olas desde la bañera, diciendo, Que bonitas¡ Que grandes¡. Y me sentía pequeñita, en medio de tanta mar.
El año pasado, aquí en Grecia, también viví vientos fuertes en el Ralip. Pero tampoco llevaba yo la rueda, sino que me dedicaba a grabar videos, y a disfrutar del bamboleo.
Pero en la travesía de Ios a Amorgós, cambiaron varias cosas. Ya se la diferencia, entre 20 nudos y 50. Y ese día llevaba yo la rueda. Poco después de salir, ya hubo un tramo duro en el que la escora era importante, y mis tiernos bracitos se quejaban del continuo esfuerzo con la rueda.
Hubo unas millas en medio de calma, que aproveché para descansar. El primer tramo ya me había dejado KO y no sabia lo que me esperaba. Fue coger la rueda de nuevo y empezar el baile de verdad. Llegamos a Amorgós con F9 y con olas de 2 metros y medio, según Fernando.
-Lydia, no estás atenta¡. Yo le miraba, con cara de… (pero si me cuesta mantener mi equilibrio, como voy a mantener el rumbo???) Pero apretaba los dientes y seguía.
Cada vez que nos pegaba un batacazo una ola, perdía el rumbo bastantes grados y tenía que volver a situarme. Aparte, las olas nos remojaban y algunas me calaban bien, por dentro del traje de agua. Ahí, se me pasó por la cabeza, Por que no elegiría como hobby el coleccionismo de mariposas???. Tras una de las olas más fuertes, perdí el rumbo totalmente y el Ralip empezó a girar sobre si mismo entre olas gigantes. Yo me veía volcando y en el agua. PASÉ MIEDO, y creo que aprendí una lección. Fernando cogió el timón y recuperó el rumbo. Yo seguía al lado temblando. Me dijo… “coge el timón y sigue”, yo debí mirarle diciendo, “no por favor, ya está bien por hoy ¡”. Pero su tono de voz no admitía replica. Así que volví a apretar los dientes, y seguí, luchando con las “bonitas” olas, unas 3 millas más, hasta que entramos en la bahía de Amorgós.
ESE DÍA APRENDÍ A RESPETAR EL MAR.

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